ANTES DE PARTIR
Duelo - Pérdida - Separación
![]() |
---|
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() Describe tu imagen |
![]() Casa sobre el lagoDescribe tu imagen |
El duelo es ese estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona amada o algo significativo para nosotros, asociándose a síntomas físicos y emocionales.
La pérdida es psicológicamente traumática en la misma medida que una herida o quemadura, por lo cual siempre es dolorosa. Necesita un tiempo y un proceso para volver al equilibrio normal.
La Doctora Elisabeth Kübler-Ross, una de las grandes especialistas en tanatología, describió el proceso de duelo en cinco etapas:
-
Negación: La negación es solamente una defensa temporal para el individuo. Representada por frases como: Me siento bien, esto no me puede estar pasando, no a mí, etc.
-
Ira o Enojo: El enfermo se rebela contra la realidad, frecuentemente se pregunta ¿Por qué yo? Todo le molesta, todo le incomoda, nada le parece bien. Recordar su estado le inunda de enojo y rencor, a veces se necesita de esta fase para poder aceptar esta condición.
-
Negociación: “Dios, déjame vivir al menos para ver a mis hijos graduarse”, “haré cualquier cosa por un par de años más”. La tercer etapa involucra la esperanza de que el individuo puede de alguna manera posponer o retrasar el tiempo o la muerte.
-
Depresión: Durante la cuarta etapa, la persona que está viviendo un duelo o muriendo, empieza a tener consciencia y a comprender lo que está ocurriendo. Debido a esto, el individuo puede volverse silencioso, rechazar visitas y pasar mucho tiempo llorando y lamentándose. No es recomendable intentar alegrar a una persona que está en esta etapa. Es un momento importante que debe ser procesado.
-
Aceptación: Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo. Además, los sentimientos y el dolor físico pueden desaparecer.
Kübler-Ross originalmente aplicó estas etapas a las personas que sufren enfermedades terminales, para posteriormente hacerlo ante cualquier pérdida (empleo, ingresos, libertad) o eventos significativos en la vida tales como la muerte de un ser querido, divorcio, drogodependencia, un diagnóstico de infertilidad, etc.
Estas etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni todas estas son experimentadas por todos las personas. El proceso de duelo es altamente personal y no debe ser acelerado, ni alargado, por motivos de opinión de un individuo. Uno debe ser meramente consciente de que las etapas van a ser dejadas atrás y que el estado final de aceptación va a llegar.
“El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, Buda Sakyamuni

La terapia de duelo es una terapia que trabaja con muchos aspectos del ser humano y lo hace de una manera global: trabaja aspectos filosóficos o antropológicos, fisiológicos, emocionales o conductuales. No basta una formación al uso relacionada con un solo aspecto, sino que es conveniente tener una formación integral que permita cubrir, trabajar y revisar todas las áreas del ser humano. No podemos trabajar el duelo de manera aislada, ya que el duelo destapa muchos más aspectos que intervienen en su resolución.

Entre los requisitos relacionados con la formación, es conveniente que el experto en duelo sea licenciado en Psicología o Medicina: no es imprescindible, pero sí muy recomendable, ya que la formación en ambas disciplinas permite abarcar aspectos del ser humano que se abordan de manera insuficiente en otras carreras.

Si hay una premisa a través de la cual entendemos el duelo, es que no existe un duelo igual a otro. Y lo que hace que un duelo sea tan particular para cada persona es el vínculo único que existía con el fallecido.
Por eso, ante el fallecimiento de un padre, por ejemplo, cada hijo lo sentirá de una manera diferente porque ,aun tratándose de la misma persona, la relación, el vínculo que les unía a cada uno, era completamente distinto. Las características del vínculo son las que resumen por completo la relación, la expresión de la unión que mantenían el difunto y el doliente, y sobre la que se asienta la relación.
Cada relación establece un vínculo: aunque tengamos tendencia a relacionarnos y a crear vínculos de una determinada manera, cada relación tiene sus características particulares. Por esa razón cada pérdida es única y por eso es tan importante adentrarnos en la relación que había con el fallecido para poder elaborar el proceso de duelo.
“Nadie dijo que la vida fuera fácil” y no lo es. A lo largo de la vida vivimos una gran cantidad de experiencias y situaciones que requieren de nosotros un enorme gasto de energía y de recursos emocionales.
A veces puede suceder que en la vida hayamos tenido que hacer frente a muchas pérdidas, es el caso de personas con historias duras, pasados tortuosos, que han sufrido múltiples pérdidas o han vivido experiencias; donde la capacidad de afrontamiento está limitada, y nos podríamos encontrar con una persona sin energía, desesperanzada y sin ganas de luchar.
Todo fallecimiento, aun siendo esperado y acompañado, viene con dolor y con sorpresa: no terminamos de estar preparados ante la muerte. La muerte deja una sensación de descontrol y vacío, por eso necesitamos ritos que den cierta continuidad a la vida, a través del dolor compartido.
Estos ritos pueden consistir en hacer algo que tenga especial sentido para el doliente en el momento que está atravesando: desde organizar algo de más alcance que involucre a familia y amigos, o ir a algún lugar especial, leer algo, realizar una suelta de globos o hacer un viaje. Para cada doliente será la manera de simbolizar y expresar algo concreto, atendiendo a qué plano necesite ser expresado (cognitivo, emocional o espiritual).


Cuando la muerte o la separación llega de manera repentina, deja una sensación de mucha vulnerabilidad en el doliente, y trae consigo sensaciones de indefensión, parálisis vital o ansiedad. Y cuando todas estas sensaciones se arremolinan en el interior de la persona, surgen mecanismos básicos de defensa.
En un primer momento nos lleva a buscar protección, a estar con nosotros mismos, a mantenernos un tanto al margen de los demás, permitiéndonos una escucha a lo que nos ocurre y permanecer con el dolor. Eso nos permite afrontar y asimilar ese dolor, esa herida, y permitir que se cure y se cicatrice.
Cuando sentimos que el interior nos desborda, que está bloqueado y no sabemos
cómo o por dónde salir, es el momento de pedir ayuda.

Permitirse estar de duelo: sentirse mal, necesitado, vulnerable.

Abrir el corazón al dolor: expresar las emociones en lugar de reprimirlas.

Darse tiempo para recorrer el proceso de duelo

No tener miedo de volverse loco: las emociones y sensaciones de tristeza, enojo y dolor son normales

No descuidar la salud física y emocional

No temer pedir ayuda

Aceptar lo irreversible de la pérdida

Volver a nuestra Fe

Buscar puertas abiertas: estar atentos a las oportunidades o cosas buenas de la vida